Campaña 2021: Frente al edadismo

Como en años anteriores, desde Grandes Amigos, Fundación Pilares para la Autonomía Personal, Envejecimiento en Red, HelpAge España y Matia Fundazioa, organizaciones que, desde distintos ámbitos, trabajamos por los derechos y el bienestar de las personas mayores, nos unimos para visibilizar y denunciar las desigualdades que cada día viven muchas personas por su edad. La discriminación por razón de edad que existe, en todos los niveles de la sociedad, limita sus derechos e impide que puedan disfrutar de bienes y servicios que les corresponden en las mismas condiciones que las demás.

Por quinto año, nos unimos con motivo de la conmemoración del Día Internacional de las Personas Mayores para denunciar que cumplir años no puede suponer una merma de nuestros derechos humanos ni de nuestra dignidad. Durante más de año y medio, la pandemia ha puesto de manifiesto que existen prejuicios y estereotipos asociados al envejecimiento y a las personas mayores que provocan actitudes edadistas y discriminatorias hacia este grupo social, por lo queremos interpelar a toda la sociedad para construir un mundo para todas las edades y para cambiar nuestra visión de la vejez.

Si queremos cumplir el máximo de años posible, disfrutando de calidad de vida y de todos nuestros derechos, debemos reconocer primero nuestras propias actitudes edadistas para superar la discriminación por razón de edad que existe en nuestra sociedad y cambiar nuestra relación con la vejez:

Derechos, discriminación y vejez.

La edad no puede determinar el valor de nuestra vida y de nuestra dignidad. Todas las personas debemos poder disfrutar de nuestros derechos y del máximo nivel de calidad de vida sin discriminación a lo largo de todas las etapas de nuestra vida. Las actitudes edadistas provocan desigualdades, violencia, pobreza y exclusión, son una vulneración de nuestros derechos humanos más básicos y atribuyen un menor valor social a las personas mayores que hace que se justifique la discriminación por razón de edad que existe social y culturalmente en todo el mundo.

La creación de una Convención de Naciones Unidas sobre los derechos de las personas mayores ayudaría a garantizar que las personas mayores, en toda su diversidad, puedan disfrutar de vidas dignas, plenas y seguras.

Cambio de paradigma en los cuidados.

En contra del habitual imaginario social ligado a la vejez, las personas mayores son un grupo enormemente diverso. Sin embargo, la narrativa social predominante alienta la discriminación por edad (o edadismo) de estas personas y, de manera especial, de aquellas que precisan apoyos en su vida diaria.

Esta forma de pensar conlleva prácticas de “café para todos” con las que se tiende a dar por satisfechas sus demandas, pero que en modo alguno responde a las necesidades y los deseos reales de cada individuo. De ahí la necesidad imperiosa de dar pasos firmes hacia un nuevo modelo de cuidados desde el que se promueva un acompañamiento profesional centrado en la personas, que reconozca y atienda esa riqueza y singularidad, y lo haga preservando identidad y capacidades, favoreciendo la autonomía personal y dotando de sentido el día a día, desde aquello que es significativo para cada una. En definitiva que, independientemente de la edad o circunstancias, cada persona reciba el cuidado que necesita y desea.

Lograrlo pasa por reorganizar los recursos de manera que puedan adaptarse a cada persona y a su entorno familiar y comunitario, tal como se plantea desde el modelo de atención integral y centrada en la persona: ofrecer cuidados integrales de calidad y apoyar la continuidad de los proyectos de vida para que ésta siga teniendo sentido.

Conocimiento e investigación para mejorar la calidad de vida.

El envejecimiento es una realidad social y demográfica heterogénea a escala global, es un éxito de la población y a la vez un reto que debe afrontarse desde diferentes enfoques multidisciplinares. Entre ellos, apostamos por el desarrollo de proyectos I+D y actividades de divulgación científica sobre envejecimiento activo, calidad de vida y género que promuevan una imagen positiva de la vejez y el envejecimiento frente al edadismo. Por ello, creemos que para defender una imagen diversa, positiva y participativa de las personas mayores, que evite la discriminación, los prejuicios y los estereotipos por edad, es fundamental facilitar una discusión informada, en base al conocimiento científico, sobre aspectos relacionados con el envejecimiento; así como la integración de la actividad interdisciplinar en torno a la investigación e innovación en envejecimiento; proveer de información y recursos de calidad y utilidad a los profesionales interesados en el envejecimiento; y difundir y apoyar investigaciones, experiencias e iniciativas innovadoras que ayuden a mejorar la calidad de vida de las personas mayores.

Un rol activo en la sociedad

Reclamamos a toda la sociedad la erradicación de los edadismos como un reto que, antes o después, va a afectar a toda la población. Las administraciones públicas, las empresas y cada persona en su esfera privada deben tener en cuenta a las personas mayores en cada acto, gesto o decisión que tomen en el día a día. Además de las citadas medidas legales encaminadas a garantizar la protección de los derechos en la vejez, es necesario que desde los ámbitos público y privado se impulsen iniciativas que faciliten la inclusión y la presencia activa de las personas mayores en la vida de su entorno más cercano y en la sociedad en general, a través de proyectos de voluntariado, redes vecinales, socialización y otras formas de participación ciudadana. Las personas mayores tienen el mismo derecho que cualquiera a ser protagonistas de la vida pública. A su vez, reivindicamos actuaciones para sensibilizar desde edades tempranas frente a los edadismos y sobre la importancia de adquirir hábitos saludables, como son la necesidad de mantenerse socialmente activo y el ejercicio de los derechos en todas las etapas de la vida y de las relaciones intergeneracionales, acercando así la realidad del envejecimiento libre de prejuicios y estereotipos a las diferentes generaciones. Asimismo, el esfuerzo en reducir la brecha digital no exime a las administraciones públicas y a las empresas de la responsabilidad de seguir garantizando el acceso a servicios básicos a cualquier persona a través de vías tradicionales.

La sociedad del mañana será aún más edadista… si no se actúa hoy

Las proyecciones demográficas y sociológicas prevén una sociedad mucho más envejecida y solitaria que la actual y poco amigable con las personas mayores. Si hoy 1 de cada 5 personas que residen en España tiene 65 años o más, en menos de medio siglo serán 1 de cada 3. Ello, en un contexto de redes familiares cada vez más reducidas, baja natalidad y nuevos modelos de familia. A su vez, la población se concentra en núcleos urbanos cada vez más grandes, lo que aumenta las distancias y los tiempos de desplazamiento, dificultando la socialización con los seres queridos, todo esto mezclado con estilos de vida impersonales e individualistas. Tampoco ayuda el auge de las modas antiedad y antiarrugas, que no solo determinan los hábitos de consumo de millones de hogares, sino que definen una visión dominante de la vida que exalta la juventud y penaliza la vejez, especialmente para las mujeres mayores. Además, este mundo supermercantilizado mide el valor de las personas en función de su productividad, con lo que conlleva para quienes se jubilan. Incluso, como se ha comprobado en esta pandemia, vivimos en un sistema que ha dosificado el derecho a la asistencia sanitaria y a la vida según la edad de los pacientes.

Bajo este escenario, una sociedad edadista, que rechaza la vejez y condena a la soledad a quienes envejecen por el mero hecho de su edad, puede tener efectos aún mucho más graves sobre la salud, el bienestar y la dignidad de las personas mayores.

Esta lucha que une a las entidades firmantes debe ser una causa transversal que recorra de arriba a abajo todos los estamentos de la sociedad, de manera que los sectores público y privado, las organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía se impliquen en la erradicación de los edadismos, en facilitar un envejecimiento digno y saludable y en la construcción de un mundo que trate en igualdad y proporciona las mismas oportunidades a cualquier persona independientemente de su edad.

Campaña 2020: Derechos y dignidad

Como en años anteriores, desde Grandes Amigos, Fundación Pilares para la Autonomía Personal, Envejecimiento en Red, HelpAge International España y Matia Fundazioa, organizaciones que, desde distintos ámbitos, trabajamos por los derechos y el bienestar de las personas mayores, nos unimos para dar visibilidad y denunciar la desigualdad que acompaña el día a día de muchas personas en su proceso de envejecer.

2020 ha sido un año marcado por la pandemia de la Covid-19 y su profundo impacto social. Una crisis que ha sacado a flote y agravado muchos problemas latentes en materia de desigualdad y discriminación, entre otros, y de forma muy marcada, la discriminación por razones de edad y que únicamente ante el drama que arrojan las cifras de fallecidos parece dar signos de reaccionar. En pocas palabras, vejez es sinónimo de debilidad, de vidas menos valiosas, agotadas, sacrificables. La edad como única medida del valor de una vida.

Se han evidenciado las desigualdades estructurales que ya existían antes de esta crisis. Por ello, es necesario contar con leyes y medidas específicas que promuevan la protección de los derechos y la dignidad de todas y cada una de ellas. En situaciones de emergencia, se pueden tomar medidas excepcionales que limiten de forma muy específica algunos derechos de forma temporal, pero estas restricciones no pueden ser discriminatorias ni basarse en la edad. Las personas mayores son personas adultas con capacidad y derecho para decidir sobre su propia vida y tomar sus propias decisiones. La dignidad y derechos no pierden valor con el paso de los años.

Si bien son muchos los aspectos que reclamarían una revisión profunda sobre nuestra relación con la vejez, nos gustaría destacar los siguientes:

Derechos y dignidad en los cuidados

La crisis que vivimos también ha sacado a la luz las muchas carencias que arrastra el modelo tradicional de alojamientos para personas mayores. Déficits pendientes de resolver, alimentados por la pandemia, y que constatan la necesidad de un cambio en profundidad de un modelo institucional, en el que prima el paternalismo, la despersonalización y la ausencia de una visión integral de las necesidades y preferencias de las personas mayores que precisan apoyos en su día a día.

El modelo vigente de grandes macrocentros, con habitaciones compartidas y profesionales que rotan entre servicios, ha facilitado la propagación del virus y la aplicación de medidas, que bajo el supuesto de protección de la salud, ha usurpado la autonomía y la capacidad de decidir a las personas que viven en estos espacios.

Las residencias no pueden continuar siendo meros espacios de custodia, sino que deberían convertirse en hogares, en los que se cuida no solo de la salud, sino también de la felicidad de las personas que las habitan. Entornos domésticos en los que se garantice el espacio propio y la intimidad, y en los que se trabaje por generar oportunidades para vivir alentando capacidades y autonomía de las personas.

Por otra parte, la dolorosa experiencia de la Covid-19 pone de manifiesto la imperiosa y urgente necesidad de aumentar la coordinación entre los servicios de salud y los servicios sociales, para que quienes viven en un centro residencial (que nunca puede ser un hospital) tengan garantizado su derecho a recibir atención sanitaria pública en igualdad de condiciones, tanto primaria como especializada.

El foco de los medios de comunicación se ha puesto de manera muy especial en las residencias, lo que puede parecer lógico teniendo en cuenta el considerable número de personas desatendidas y fallecidas en los centros. Sin embargo, esta preeminencia que se ha dado a las residencias y a su necesaria transformación ha dejado en la sombra la situación de la inmensa mayoría de las personas mayores, que son las que viven en su domicilio. Muchas de ellas se encuentran en situación de soledad y bastantes necesitan cuidados y apoyos, los cuales, o han dejado de recibirlos, o se han visto muy reducidos debido a los contagios de los y las profesionales de atención domiciliaria, el cierre de los centros de día y la forzosa disminución de las visitas de familiares y voluntariado.

Pese a que el deseo mayoritario de las personas mayores de continuar viviendo en sus hogares, incluso ante la aparición de situaciones de dependencia, sin embargo, siguen sin impulsarse unos cuidados públicos de calidad, con mayor formación de sus profesionales e integrando los servicios sociales y los sanitarios.

Reclamamos también la extensión de prestaciones para favorecer la accesibilidad en el hogar y el uso de productos de apoyo y de las soluciones tecnológicas de probada eficacia. Esta insuficiencia e inadecuación de los servicios domiciliarios origina que sean las familias (sobre todo, las mujeres) quienes, para evitar institucionalizaciones no queridas, asuman a su cargo un peso excesivo de los cuidados que requieren sus familiares con los graves perjuicios que ello les origina, tal como ha mostrado la investigación desarrollada.

Reclamamos, pues, que el cambio de modelo que venimos exigiendo en los cuidados de larga duración atienda de manera decidida las necesidades de transformación y mejora de los servicios de atención domiciliaria; que estos se complementen con la atención familiar desde un enfoque de género que favorezca la incorporación de los hombres en la función cuidadora; y que se integren también los recursos de proximidad mediante la intervención comunitaria y abogando por la profesionalidad de los cuidados y dando valor a los profesionales que se dedican a ello.

Existe evidencia científica suficiente que demuestra que los cuidados domiciliarios y en la comunidad, integrados y centrados en las personas, ofrecen mejor calidad de vida, evitan institucionalizaciones no necesarias ni queridas y, además, resultan más eficientes a las arcas públicas.

Derechos y dignidad en la participación social

El distanciamiento físico impuesto por la Covid-19 ha recrudecido situaciones de soledad, rechazo y exclusión social a las que se enfrentan a diario cada vez más personas mayores. El aislamiento prolongado está afectando a su salud física y mental, su bienestar y dignidad. Ansiedad, depresión, desorientación, deterioro cognitivo, sedentarismo, pérdida de movilidad y masa muscular, fatiga… son solo algunas de estas consecuencias, que contribuyen al aumento de la aparición de problemas crónicos y nuevas situaciones de dependencia.

La pandemia ha puesto de relieve estos problemas, pero también ha aflorado alternativas efectivas que serán claves en la sociedad del futuro, más solitaria y envejecida. Por ello es más necesario que nunca diseñar entornos amigables con las personas mayores, que además benefician a toda la población; apostar de forma decidida por iniciativas de apoyo mutuo desde lo vecinal, lo comunitario y el voluntariado; y en el área de urbanismo, continuar dando pasos en la eliminación definitiva de barreras arquitectónicas y de infraviviendas (pisos interiores sin luz ni ventilación, sin ascensor…) e incrementar los espacios públicos para compartir tiempo (peatonalización, parques, jardines, bancos para sentarse, wc públicos…).

Pese a ser las principales afectadas por la crisis sanitaria y social, las personas mayores han dado una lección de resiliencia, prudencia y disciplina a toda la sociedad. Una capacidad de adaptación que aparece en diversos estudios, entre ellos, el realizado a personas mayores acompañadas por Grandes Amigos durante los peores meses de la pandemia.

Vivimos en una sociedad cada vez más plural y diversa, en la que la edad es un aspecto que, como la etnia o el género, nos hace heterogéneas y únicas. Las personas mayores merecen ser atendidas adecuadamente porque son ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho, no se trata de dispensarles caridad, sino de atender a un deber social ineludible, como lo puedan ser la sanidad o la educación. Para ello, es obligación de los poderes garantizar los recursos y apoyos necesarios, así como implementar las medidas que promuevan su bienestar, lo que, al fin y al cabo, contribuirá al bienestar de toda la ciudadanía.

Trabajemos para que lo vivido a lo largo de esta pandemia se convierta en una oportunidad de transformar nuestro mundo, desde la necesidad del encuentro y la colaboración entre generaciones, la preservación del sentido y significado de la vida en todas las etapas vitales y el reconocimiento de la diversidad, las capacidades y la contribución que brindan las personas mayores a la sociedad.

No debemos olvidar que aspectos que nos definen como la biografía, la experiencia y la capacidad de adaptación se adquieren fruto de ese proceso que se inicia el día que nacemos, como es el paso del tiempo, como es envejecer, como es vivir.

Campaña 2019: Igualdad en la edad

Grandes Amigos, Fundación Pilares para la Autonomía Personal, Envejecimiento en Red, HelpAge International España y Matia Fundazioa somos organizaciones que trabajamos por los derechos y el bienestar de las personas mayores desde distintos ámbitos pero con un mismo objetivo, apoyar el empoderamiento de las personas mayores para garantizar su inclusión y participación social, su calidad de vida, el buen cuidado y el ejercicio de sus derechos.

Con motivo de la conmemoración del Día Internacional de las Personas Mayores que se celebra el 1 de octubre, nos unimos para reivindicar que no tener en cuenta a las personas mayores genera desigualdad y merma sus derechos. En este sentido, el lema de Naciones Unidas para el año 2019 “El camino hacia la igualdad en la vejez”, relacionado con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 10 (ODS) para reducir las desigualdades, tiene como finalidad prevenir y hacer frente a las desigualdades en edades avanzadas.

Los principios de no discriminación por razón de edad y de igualdad están reconocidos en nuestra legislación nacional y en las normas internacionales de derechos humanos, pero en la práctica las personas mayores deben enfrentarse a una serie de barreras (culturales, sociales, económicas, administrativas) basadas, normalmente, en estereotipos negativos que impiden que puedan disfrutar plenamente de sus derechos y que afectan a su calidad de vida. Además, esta desigualdad se acrecienta en edades avanzadas si se suma a otras circunstancias que ya producían discriminación como el género, tener una situación de dependencia o discapacidad, la pobreza o vivir en un entorno rural, entre otros.

Las sociedades deben transformarse y adaptarse para superar los retos y aprovechar todas las oportunidades que ofrece la longevidad humana, especialmente en el contexto actual impuesto por la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible donde se asume el compromiso de no dejar a nadie atrás.
Por ello, además de injusto, sería ilógico que la sociedad dejara atrás y no contara con un segmento de la población que hoy ya supone una de cada cinco personas en nuestro país y, en menos de 50 años, será una de cada tres.

Por todo lo anterior, las entidades firmantes de esta manifiesto consideramos que:

No contar con las personas mayores…

en la sociedad, desde su visibilización como ciudadanos y ciudadanas activos que participan en diferentes ámbitos tales como la política, la sociedad civil y la familia en forma de cuidados, voluntariado y la acción comunitaria.
en el diseño urbano, en el transporte y en la configuración de ciudades sin barreras arquitectónicas y culturales, factores de riesgo de aislamiento, exclusión social y soledad no deseada.
en el diseño de estrategias de permanencia en el ámbito rural, con servicios y cuidados de calidad y de fácil acceso para todas las personas.
en la investigación, desde la recopilación de datos y estadísticas, así como en los estudios clínicos, para que se analice la información desagregada por edad y género. Pero también desde su participación en estos estudios e investigaciones como sujetos activos que co-investigan y co-diseñan programas, políticas y soluciones adaptadas a sus necesidades.
y obviar la perspectiva de género dificulta la comprensión y el abordaje de situaciones de desigualdad que viven las mujeres mayores en distintas facetas de su vida.
en el desarrollo de acciones y apoyos que garanticen su dignidad, autonomía y bienestar cuando tienen una situación de dependencia, tanto cuando viven en su domicilio como cuando están en residencias.
a la hora de avanzar en un modelo de atención integral y centrada en la persona en el que se las trate como únicas y diferentes.
a la hora de decidir las políticas relacionadas con pensiones, jubilación, vida laboral y nuevas formas de seguir aportando al conjunto de la sociedad cumplidos los 65 años.
a la hora de ofrecer las mismas oportunidades para disponer libremente de su tiempo.
en el diseño de dispositivos y entornos tecnológicos, ni dotarlas de las habilidades necesarias para su uso.
en los medios de comunicación, mostrando una imagen real y alejada de estereotipos asociados a la edad.

…genera desigualdad y merma sus derechos.

Campaña 2018: Derechos y libertades

Con motivo de la conmemoración del 1 de octubre, Día Internacional de las Personas Mayores, las organizaciones aquí firmantes, reivindicamos mediante este manifiesto nuestro “compromiso de promover el disfrute pleno e igualitario de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas mayores”, sumándonos así al lema propuesto por Naciones Unidas para el año 2018.

Entendemos que esta lucha nos afecta a todos, no solo a quienes hoy tienen más de 65 años, pues a la vez se trata de garantizar el pleno disfrute de los derechos de quienes envejecerán mañana.

Por ello, como punto de partida, hemos elaborado el siguiente decálogo para reivindicar al menos estos diez derechos básicos que inciden en la vida cotidiana de las personas mayores. Invitamos a toda la sociedad a sumarse a defender estos y otros derechos de las personas mayores.

SoyMayor y tengo derecho a…

Decidir mi forma de vida y elegir dónde, cómo y con quién quiero vivir.
Que mi opinión y experiencia sean tenidas en cuenta.
Continuar mi proyecto de vida, ejerciendo de abuelo/a, pero también disfrutando de mi tiempo libre.
Ser reconocido como ciudadano/a activo/a que contribuye a la mejora de la sociedad, aportando creatividad, talento y experiencia.
Trabajar hasta cuando quiera y jubilarme cuando lo desee.
Que se tengan en cuenta mis preferencias y estilo de vida cuando necesite cuidados.
Conocer nuevas personas y no sentirme solo/a, a ser protagonista de la vida de mi barrio, pueblo o ciudad.
Disfrutar sin prejuicios de la sexualidad.
Que la ciencia y la tecnología me tengan en cuenta

Campaña 2017: Talento y dignidad

Como organizaciones que trabajamos por el Bienestar de las Personas Mayores y con motivo de la conmemoración del 1 de octubre, Día Internacional de las Personas Mayores, las organizaciones abajo firmantes, sumándonos al lema propuesto por Naciones Unidas para este año 2017 que ahonda en el “aprovechamiento del talento, la contribución y la participación de las personas mayores en la sociedad”, manifestamos conjuntamente que:

Defendemos la dignidad a lo largo de la vida mediante la promoción de la autonomía personal, el ejercicio efectivo de derechos y el mantenimiento de una buena calidad de vida como base para facilitar la participación social y la continuidad de los proyectos de vida de las personas mayores. Entendemos que la calidad de la atención y de los cuidados, cuando estos sean requeridos, debe pasar por la aplicación de un modelo de Atención Integral y Centrada en la Persona (AICP) en el que contribuyan de manera cooperativa profesionales, familiares, amistades, agentes de la comunidad y administraciones públicas, adaptándose de manera personalizada a las características de cada persona. Reivindicamos poner fin a la soledad no deseada y al aislamiento a los que cada día se ven sometidas más personas mayores, situación que puede afectar a su salud física y mental. Reclamamos a toda la sociedad un cambio en la forma de ver y tratar a las personas mayores, desterrando a su vez estereotipos que asocian vejez con incapacidad, enfermedad o tristeza y que conducen a la exclusión y la soledad no deseada. Reivindicamos el fomento de herramientas ciudadanas y colaborativas como el voluntariado que, frente a la soledad, faciliten a las personas mayores ganar en autoestima, desarrollo personal y social, autonomía y un papel activo y protagonista en la vida de nuestras familias, barrios, pueblos y ciudades. Reivindicamos el papel protagonista de las personas mayores en la generación de bienestar de la vida ciudadana. Las personas mayores participan activamente en la promoción de entornos amigables fomentando una recuperación más racional de los espacios públicos, de las relaciones entre los ciudadanos, de las transferencias de cuidados… de todas esas pequeñas cosas que hacen que la vida cotidiana sea un poco más humana y más satisfactoria para todos y todas. Nos sumamos en la creación de entornos de vida facilitadores donde poder vivir y convivir juntos. Luchamos contra la imagen negativa y estereotipada de la vejez, en defensa de un movimiento a favor de la normalización, del trato como iguales. Cuando una persona cumple 65 años no desaparecen sus deseos, necesidades, preferencias, ni expectativas. Su estilo de vida sigue siendo el mismo. Se sigue siendo la misma persona. La lucha por el mantenimiento de una identidad más allá de la que marca la edad, es la lucha de este grupo de personas que se salen de los estereotipos establecidos. Apostamos por una sociedad en las que las edades se diluyen y las diferencias “basadas en la edad” se desvanecen. Defendemos el papel indiscutible de las personas mayores como soporte al estado de bienestar y ciudadan@s de pleno derecho. En las sociedades modernas, cada vez más envejecidas, las personas mayores constituyen un recurso muy importante para la familia, compartiendo responsabilidades en torno al cuidado; la comunidad, a través de la ayuda mutua entre vecinxs o el voluntariado; y la sostenibilidad de la economía, desde empleo, el consumo o con la trasmisión de sus experiencias y conocimientos. Es habitual asociar la innovación a la juventud. La investigación y los hechos demuestran que la creatividad, la inspiración y el talento no son cuestión de edad. Si la creatividad es la combinación y la transformación de elementos para obtener otros novedosos, las personas mayores tienen un impresionante bagaje de experiencias y conocimientos para ser creativos. Creemos que las personas mayores contribuyen de manera imprescindible a la innovación en todos sus ámbitos (social, de productos o tecnológica, etc.). Por tanto, apostamos por estrategias que faciliten oportunidades y cauces adecuados para la participación de las personas mayores en equipos intergeneracionales y heterogéneos, favoreciendo la diversidad. Así podremos asegurar la transmisión del conocimiento acumulado y su contribución a la sociedad.

.